El Saló del Còmic de Barcelona celebró este año su trigésima edición con variadas exposiciones sobre cómic, tuvo una moderada afluencia de público interesado en la historieta y una manifiesta presencia de otros medios, parcelas del entretenimiento e intereses de un público cada año más diversificado en sus gustos.
Taquillas del Saló en la Fira de Barcelona.
Los organizadores del festival difundieron unas cifras oficiales (108.000 visitantes, no se especifica si diferentes o no a lo largo de los cuatro días del festival) que resultan sorprendentes para los que paseamos por sus dependencias el jueves y el viernes. El sábado se llenó el recinto, pero daba la sensación de que el lleno era menor que otros años debido a que el número de puestos se había reducido y los pasillos eran más amplios. La crisis, ya se sabe.
Este año, la federación de editores, distribuidores y libreros de Catalunya, entidad que organiza el festival, elaboró un programa similar al de otros años, aderezado con atractivos ajenos al cómic (actividades con robots reales, videojuegos, espacios promocionales de cine) pero en el que destacó la historieta, como es lógico. El festival catalán no ha dejado de ser el reflejo de la industria del cómic que tenemos en nuestro país porque en la actualidad esa industria halla parte de su sostén en la vinculación que el cómic tiene con otros medios para el entretenimiento. O al menos eso parece. Que los jóvenes lectores así entienden el cómic hoy: como una posibilidad de esparcimiento, entretenimiento y hasta didáctica o de reflexión, pero sólo una más entre muchas otras que tiene a su alcance.
Las exposiciones de este año fueron suficientes y atractivas, mostrando en su debe los defectos de montaje e iluminación una vez más, y algunas de ellas problemas en el concepto expositivo. Al entrar en el recinto encontrábamos la dedicada al 50º aniversario de Spiderman, sobre el héroe de nuestras entretelas, coordinada por Antoni Guiral. La idea del montaje era llamativa (simular las fachadas de Nueva York) y la selección de obras muy atinada, escogiendo originales no sólo de los pilares de las colecciones del “trepamuros”, también de los muchos autores españoles que están trabajando para Marvel, culminando el recorrido con el excepcional Marcos Martín.
En un espacio cercano se hallaba una muestra de originales de las nuevas colecciones de DC Comics (52 de la New 52 DC), mucho menos vistosa que la anterior pero también con un amplio muestrario de firmas españolas.
A continuación, en la dirección de entrada, se encontraba 50º aniversario de Cavall Fort, exposición que era todo un acierto, tanto por la calidad de los muchos autores que pasaron por sus páginas como por la importancia de ese título entre los tebeos catalanes, base de las lecturas –en catalán– de muchos niños y todo un símbolo de las posibilidades del medio y de la industria durante décadas. Había muchos originales colgados, pero muchos otros eran reproducciones, lo cual desmerecía el conjunto.
Varias imágenes de la exposición dedicada a Spiderman.
Muestra de la exposición sobre las nuevas colecciones de DC.
A continuación, en la dirección de entrada, se encontraba 50º aniversario de Cavall Fort, exposición que era todo un acierto, tanto por la calidad de los muchos autores que pasaron por sus páginas como por la importancia de ese título entre los tebeos catalanes, base de las lecturas –en catalán– de muchos niños y todo un símbolo de las posibilidades del medio y de la industria durante décadas. Había muchos originales colgados, pero muchos otros eran reproducciones, lo cual desmerecía el conjunto.
Exposición dedicada al 50º aniversario de Cavall Fort.
Hubo varias muestras con su atractivo mermado por hallarse ubicadas en espacios de paso o en esquinas sombrías o apartadas. Esto ocurrió con El arte de Blacksad, con dibujos de Guarnido, o con Memorias de un dibujante en pijama, de Paco Roca. Ambas recogían una buena selección de su obra pero se hallaban sitas en el extremo más extremo del Saló, donde no lucían en absoluto. Igualmente ocurría con la dedicada a David Sánchez, que por fuerza tuvo que ver todo visitante cuando se dirigía a la salida del lugar, pero que tal y como se dispuso, y pese a su singularidad en el montaje (a algunos nos gustó), no parecía realmente una exposición de obra original. Las muestras del fanzine Naufraguito y la de la Escuela Joso tampoco lucían en exceso; la primera, por recoleta; la segunda, por recóndita. Sí fueron más visibles la de Luis y Rómulo Royo producida por Norma Editorial, la de los ganadores del Injuve del año pasado, la de la Tira del Carnet Jove o la del Concurso de Cómic de Cornellà, a las que no se les dio un espacio preferente en todo caso.
Varias de las exposiciones mencionadas.
Tres de las muestras más esperadas / valoradas también observaron algún defecto, pese a su innegable calidad. La de Hazañas Gráficas, con obra de Jordi Longarón, era excelente, precedida por un montaje que llamaba la atención del público y con una selección de pinturas del dibujante muy hermosas, bien montadas y contrastadas con sus ediciones impresas (hubo algún error en las cartelas, pero el visitante lo solventaba rápidamente).
La dedicada a Little Nemo era una verdadera maravilla que hubiera mejorado con un mayor espacio, algo más de introducción divulgativa para los profanos y una mejor iluminación de las obras, pero todo eso quedaba superado tras disfrutar de la selección de muestras de Little Sammy Sneeze, Dreams of a Rarebit Fiend y varias viñetas satíricas recuperadas, excepción hecha de las del niño dormilón que daba título a la muestra. Todas aquellas páginas originales allí dispuestas colmaban los anhelos de cualquier aficionado a la historieta. Un lujo, un verdadero lujo.
Muestra de la exposición "Hazañas Gráficas", dedicada a Longarón.
La dedicada a Little Nemo era una verdadera maravilla que hubiera mejorado con un mayor espacio, algo más de introducción divulgativa para los profanos y una mejor iluminación de las obras, pero todo eso quedaba superado tras disfrutar de la selección de muestras de Little Sammy Sneeze, Dreams of a Rarebit Fiend y varias viñetas satíricas recuperadas, excepción hecha de las del niño dormilón que daba título a la muestra. Todas aquellas páginas originales allí dispuestas colmaban los anhelos de cualquier aficionado a la historieta. Un lujo, un verdadero lujo.
Varias muestras de la exposición sobre Little Nemo.
La más triste de las exposiciones fue la del fallecido Moebius, por su mala ubicación, por su escasez de contenidos (muy pocos originales) y por su concepción (eso de completar una muestra con ilustraciones homenaje de otros autores a veces no funciona). Una lástima por cuanto el genio de Metal Hurlant merecía una muestra homenaje por todo lo alto.
Dos muestras de la exposición "Moebius. Inside/outside".
China, el país invitado, dispuso de un espacio montado con la filosofía de convención, más como lugar de encuentro que como recinto cerrado y con obras selectas colgadas, si bien algunos confundieron aquello con una exposición. Hay que aclarar que no representaba a toda la industria del cómic china sino a una parte de ella, a los manhua producidos en una región concreta del gran país oriental, y las obras expuestas eran mayoritariamente ilustraciones, con un mostrador repleto de tebeos verdaderamente bonitos en su mayoría (quien supiese chino podría apreciar otros valores).
Tampoco era una exposición al uso la dedicada a los robots, el leitmotiv usado por Ficomic este año para promocionar el festival en los medios y entre la afición. Los robots ocuparon un amplísimo espacio en el que hubo una parte dedicada al cómic, pero el resto la ocuparon los robots mismos (un departamento con presentaciones del Instituto de Robótica e Informática Industrial (IRI), otro con un gigantesco robot dibujando, o un apartado dedicado a los droids, los robotsde la mitología Star Wars, con algún actor allí invitado), lo cual no satisfacía al público lector de cómics si no le gustaban los robots. Empero, hay que tener presente que la muestra se gestionó también con interés educativo, y a la postre hay que reconocer que la idea atrajo la atención de muchos visitantes habituales del festival, sobre todo las sesiones de “peleas” entre robots, consistentes en exhibiciones de robots autónomos ( en dos de ellas, de "sumo", ganaba la pelea el robot que lograba expulsar a otro de un área determinada) pero que conseguían divertir y excitar a la concurrencia. Es importante advertir que la mitad del espacio expositivo de Robots en su tinta iba dedicado al cómic, de lo cual se había preocupado con especial ahínco Jordi Ojeda, el comisario, que logró reunir una espectacular colección de originales de historietas con robots (por Benejam, por Jan, por Moebius, por Ibáñez, por las británicas, por todas, ¡pero sobre todo por la página de Forest!), que se complementó con las muestras integradas dentro del espacio de Droids y con las japonesas de Doraemon y Mazinger Z, ésta con jugosos originales del exigente Go Nagai, que hicieron las delicias del público aficionado al manga. Enriqueció esta muestra plural la participación escolar, puesto que se organizaron concursos y visitas guiadas para colegios e institutos, potenciando el valor divulgativo y educativo del conjunto. [Consúltense a este respecto los tres documentos anexos a esta crónica: Proyecto de la muestra pluridisciplinar. Fotografías de las visitas de estudiantes. Informe final sobre actividades realizadas].
Exposición "China Comics".
Tampoco era una exposición al uso la dedicada a los robots, el leitmotiv usado por Ficomic este año para promocionar el festival en los medios y entre la afición. Los robots ocuparon un amplísimo espacio en el que hubo una parte dedicada al cómic, pero el resto la ocuparon los robots mismos (un departamento con presentaciones del Instituto de Robótica e Informática Industrial (IRI), otro con un gigantesco robot dibujando, o un apartado dedicado a los droids, los robotsde la mitología Star Wars, con algún actor allí invitado), lo cual no satisfacía al público lector de cómics si no le gustaban los robots. Empero, hay que tener presente que la muestra se gestionó también con interés educativo, y a la postre hay que reconocer que la idea atrajo la atención de muchos visitantes habituales del festival, sobre todo las sesiones de “peleas” entre robots, consistentes en exhibiciones de robots autónomos ( en dos de ellas, de "sumo", ganaba la pelea el robot que lograba expulsar a otro de un área determinada) pero que conseguían divertir y excitar a la concurrencia. Es importante advertir que la mitad del espacio expositivo de Robots en su tinta iba dedicado al cómic, de lo cual se había preocupado con especial ahínco Jordi Ojeda, el comisario, que logró reunir una espectacular colección de originales de historietas con robots (por Benejam, por Jan, por Moebius, por Ibáñez, por las británicas, por todas, ¡pero sobre todo por la página de Forest!), que se complementó con las muestras integradas dentro del espacio de Droids y con las japonesas de Doraemon y Mazinger Z, ésta con jugosos originales del exigente Go Nagai, que hicieron las delicias del público aficionado al manga. Enriqueció esta muestra plural la participación escolar, puesto que se organizaron concursos y visitas guiadas para colegios e institutos, potenciando el valor divulgativo y educativo del conjunto. [Consúltense a este respecto los tres documentos anexos a esta crónica: Proyecto de la muestra pluridisciplinar. Fotografías de las visitas de estudiantes. Informe final sobre actividades realizadas].
Los principales espacios expositivos dedicados a los robots.
En total se colgaron más de seiscientos cuadros y aun así hubo espacio también para otras actividades lúdicas, como los videojuegos, a las que sólo accedieron los interesados por hallarse en el ala derecha del Saló, muy apartada del resto (algunos no llegamos a pisar allí). Las actividades profesionales, las divulgativas y entre profesionales del cómic discurrieron, como de costumbre, en espacios anexos, con escasa promoción dentro y fuera del mismo salón, escasa afluencia de público y con una elección de temas que por fuerza no podía satisfacer a todos por igual. No obstante, en un rápido repaso salía ganando la obra de autor y la historieta alternativa, la comprometida y la dirigida a los adultos. Abrieron las charlas Craig Thompson, Greg Rucka, Pere Pérez, Max, Gilbert Shelton, Dani Martínez y Aleix Saló, y siguieron por ese camino Montesol, Ramón de España o Josep Rom, entre otros. Hubo una mesa muy interesante sobre la identidad europea del cómic moderada por Pepe Gálvez, con Joost Swarte, Baru, Grzegorz Rosinski y Max Frezzato, que no atrajo mucho público y que expuso el deseo –que lo es de muchos– de valorar los tebeos que se hacen en el Viejo Continente ante la abusiva colonización de los que llegan de Oriente u Occidente. La charla con David Lloyd como estrella, El comic frente al sistema, tuvo mayor afluencia de público puesto que tocaba un tema de interés general. Una charla más que destacaríamos de este apartado fue la dedicada al cómic hecho por mujeres, moderada por la historietista Laura, que contó con la participación de las autoras Bobbie Chase, Ulli Lust, Aude Picault y Julia Wertz.
Naturalmente, se habló de cómic comercial, en charlas ciertamente más concurridas: de Spider-Man, de cómics de DC (con un buen puñado de autores convocados, Scott Snyder, Rag Morales, Bob Harras, Bobbie Chase, Greg Capullo); hubo una mesa sobre Francisco Solano López, un par sobre cómics clásicos que siguen siendo actuales (con Yexus, Hernán Migoya, Antoni Guiral, Milo Manara, Enrico Marini, Rafael Martínez), una en memoria de Berenguer, y, por supuesto, dos sobre robots: una sobre historietas de robots con autores españoles y extranjeros (Albert Monteys, Ramón Bachs, Liberatore) y otra sobre cine de robots. Al respecto de las charlas, cabe mencionar la escasa importancia concedida a otras áreas del medio, sobre todo a la historieta española de carácter infantil. Nos parece reprochable que la organización conceda tanta relevancia al cómic comercial y al cómic dirigido a adultos y tan poca a otras parcelas del medio, como por ejemplo el humor gráfico, que es verdad que disfrutó de dos mesas, pero la de El Jueves no la organizó Ficómic y la que se hizo en memoria de los recientemente fallecidos Muntañola y Mingote quedó postergada para el final. Lo más sangrante fue la escasa presencia del cómic dirigido a los niños, representado tan sólo en la mesa de Las generaciones del cómic en Cavall Fort, necesaria sin duda, pero insuficiente para exponer la importancia que tiene el tebeo dirigido a los niños y preadolescentes, su viabilidad comercial hoy, su alcance educativo y sus aplicaciones en otros ámbitos, así como, también, discutir y afrontar el problema de la consecución de nuevos lectores para el cómic por esa vía.
Algunos autores firmando ejemplares.
Hubo más de cuarenta autores invitados al Saló, la mayoría extranjeros, y bastantes autores españoles firmando en los stands de las diferentes editoriales, invitados por los editores o “autoinvitados”. Este año hubo mucha firma, pero menos colas, o más cortas. Las más largas, las de siempre: Ibáñez, Royo, Jan, Azpiri (esta vez acompañado por Forges), etc., otros autores concitaron menos entusiasmo (como Manara), incluso los de superhéroes. Los actores de Star Wars y Juego de Tronos que acudieron para firmar fotos y productos de Droids pusieron mucha cara de póquer. Los premios del Saló, como bien es sabido, recayeron en Moebius, José Ortiz y José Domingo, con una dotación monetaria bastante jugosa. Otros galardones fueron para Lola Lorente, Lágrimas en la lluvia y el fanzine Usted, por obras que se encuadran dentro de la concepción adulta y culta que por fortuna hemos alcanzado hoy del cómic. Los premios concedidos dentro el recinto del salón por la Asociación de Autores de Cómic de España (a Jan, a Guarnido y a Barrero) no afloraron en los medios pese a que el servicio de prensa se emitió con total normalidad, según ha confirmado la asociación.
Juanjo Guarnido, Jan y Manuel Barrero, premiados por la AACE.
En suma, los aciertos y los defectos del festival son los de siempre: ambiente populoso y festivo pero demasiado volcado en lo comercial y con poca presencia de la obra española que se hace al margen del mainstream. Los libreros se quejaron de los precios de los puestos, los autores se quejaron por la ausencia de sillas, algunos aficionados se quejaban de la afluencia de friquis, los friquis se quejaron por el celo de seguridad o de otros friquis, y muchos se han quejado de la estrategia promocional del festival, que ha potenciado mucho la presencia de robots (eje de esta campaña) y de otros medios anejos, como los videojuegos, y muy poco el cómic en sí mismo, refiriéndose en concreto con este comentario a parte de los carteles promocionales que se colgaron en las farolas de Barcelona. Son aspectos que el comité organizador debería cuidar para siguiente ocasión, si bien todos sabemos que el festival barcelonés lo conducen quienes lo conducen, los editores y distribuidores de superhéroes, o sea: Panini, Planeta-DeAgostini, ECC y SD (más un editor con mayor fondo de cómic europeo, Norma, y un librero). Los que deciden sobre los contenidos del festival son los que editan cómic comercial y no debe extrañar la oferta de este festival y el intento –acaso desesperado– de captar público con promociones que aluden a otros entretenimientos de la juventud. La historieta nacional, sobre todo la dirigida a la infancia, sale algo perjudicada en este reparto.
Tras la celebración de esta edición se han vuelto a alzar las voces de los descontentos, como se viene haciendo desde hace treinta años. Hay quienes se han mostrado contrarios a la deriva que lleva el Saló por no sentirse representados en él (como creadores) si bien sorprende que alguna de estas críticas ha sido emitida precisamente por quien no lo ha visitado este año. Merecen respeto este tipo de opiniones, por supuesto, aunque hayan sido emitidas por partes aparentemente interesadas y no por colectivos organizados, que son los que deberían plantear propuestas, exigencias y mejoras a Ficómic. La protesta, así planteada, sólo permite apreciar una parte del problema de la historieta en nuestro país, que es más de fondo que de forma. Y si se demuestra que el problema de la historieta nacional es la incapacidad de la industria para captar nuevos lectores, no sólo adultos inteligentes, también niños de toda índole, muy probablemente no será útil un discurso desde el elitismo.
¿Que todos queremos saber en qué se emplean los sesenta y pico mil euros que recibe Ficómic cada año para montar el festival? Claro, es legítimo, pero este debate sobre corporativismo es harina de otro costal y habría que desarrollarlo con otros argumentos y en otros espacios. ¿Que la imagen del cómic que emite al exterior el Saló del Còmic de Barcelona es una basada en la comercialidad? Está claro, a tenor de quiénes lo organizan, pero si alguien puede exigirle otra representatividad a esta federación debiera ser una asociación de profesionales, editores o autores, que hasta la fecha no se ha pronunciado. De momento, el Saló del Còmic de Barcelona sigue siendo el escaparate de nuestra famélica industria, porque quienes lo organizan son “la industria”. Y mucho nos tememos que el Saló siga representándonos el año que viene a todos, año en el que volveremos a él. Y a su término reanudaremos las quejas de nuevo y sobre lo mismo, acaso con la industria más enflaquecida y con mayor separación aún entre aficionados y teóricos.
Bueno, a lo mejor para el año que viene ya han solventado lo de la megafonía...
Crónica: Redacción de Manuel Barrero, revisada por el equipo de redactores de Tebeosfera. Fotografías y edición de Félix López. Material anexo facilitado por Jordi Ojeda, a quien deseamos manifestar nuestro agradecimiento.
Excelente, crónica. Completa y justa. Éste sí es un buen punto de partida para el debate.
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