Venecia, el Gran Canal, a su paso bajo el puente Rialto.
Venecia es un destino turístico que atesora abundantes obras maestras del Renacimiento pero también es una ciudad de ficción, nebulosa. La Venecia a la que se llega puede ser la ciudad del amor, el esplendor o la ruina descrita por Visconti, Risi, Fellini, Antonioni o Allen; o la laberíntica de Eduardo Mendoza, que te atrapa para siempre en su penumbra; o también puede ser la aromática e incógnita de Eva Díaz, escritora que la describía en su reciente novela Adriático como una isla suspendida y noctámbula cuyo destino quedó escrito hace muchos siglos.
Venecia puede ser todo eso, o mucho más, pero desde una perspectiva simbólica apetece quedarse con la idea del laberinto tramposo, que te sumerge en una ruta de rincones arañados por la historia, las humedades y los susurros. Y si se acude a esa ciudad para participar en un congreso sobre los
fumetti españoles cobra importancia la idea del laberinto, porque cada teórico del cómic, como bien sabemos, se mueve por una ruta que serpentea hacía un destino diferente del de los demás. Todos nos movemos muy pegados y muy juntos en ese pequeño laberinto, a veces con una misma dirección y compartiendo esfuerzos, pero es inevitable que estemos separados por una gran pared…
Un conjunto de estudiosos españoles de la historieta acudimos este año a Venecia al congreso “Historieta o Cómic: biografia del fumetto in Spagna”, organizado por el Dipartimento di Studi Linguistici i Culturali Comparati Ca’ Bernardo de la Università Ca’ Foscaro
[en la imagen, a la izquierda], durante los días 17, 18 y 19 de marzo del presente año (el programa completo puede ser consultado en la página no oficial:
http://laboratoriofumetto.com/). El congreso fue organizado por Alice Favaro y Katiusca Darici, y magníficamente coordinado por Alessandro Scarsella. Los italianos hacen las cosas plácidamente, como los españoles, pero trabajan con gran rigor y seriedad, aparte de que el trato fue exquisito en todo momento. Los que allí acudimos nos sentimos muy bien acogidos, alojados, aconsejados, tratados y agasajados. Luego Venecia se cobró su tributo, claro está: rodillas doloridas, digestiones pesadas, la urgencia de la visita, el trastorno en los transportes, los bolsillos vaciados.
Pero el congreso fue una ocasión excepcional para conocer a algunos de los mejores estudiosos italianos y para confraternizar entre teóricos españoles que habitualmente, por desgracia, trabajamos por separado. Por orden de intervención, estos fueron: Román Gubern, Antonio Martín, Manuel Barrero, Jesús Jiménez Varea, Luz C. Souto, Raúl Rodríguez, Daniel Gómez y Miguel Ángel Pérez; solamente falló Miguel Álvarez-Peralta. Los italianos que acudieron, siguiendo el mismo orden de intervención, fueron: Veronica Orazi, universitaria de Turín, que habló de la obra de Javier de Isusi; el guionista Ivo Lombardo, que también se ocupó de España porque repasó las traducciones de los productos de Bonelli al castellano; Paola Bellomi, universitaria de Verona, que hizo un excepcional recorrido por las historietas críticas de Chumy Chúmez, Sempé, Quino y Nuria Pompeia en la revista Triunfo; Francesco Cesari, de la casa que nos acogía, que expuso las concomitancias entre la historieta y la obra del cineasta español Jesús Franco; Felice Gambin, profesor en Verona, que hizo un recorrido por la poética y la memoria emanadas de la obra de Paco Roca; Emanuele Tenderini, autor que habló sobre su propio trabajo; Giovanni Remonato, también de Verona, que habló de la intermedialidad entre cómic y otros medios; y Tiziana Migliori, de la Ca’ Foscari, que analizó el potencial de los cómics para elaborar crónicas de actualidad o con calado social. El gran ausente fue Daniele Barbieri, teórico al que todos hemos leído en Italia y España, que finalmente no pudo acudir. [En la imagen, portada de uno de los libros teóricos en los que han participado los organizadores del presente congreso, que fue regalado a los ponentes]
Aspecto de la sala donde se celebraron casi todas las sesiones del congreso. En la foto inferior: Intervención de Antonio Martín [a la izquierda en la imagen] y Román Gubern [en el centro].
Los españoles dejamos el pabellón bien alto, como se suele
decir. Todos contribuimos lo mejor que pudimos a un congreso que tenía como
objetivo hacer una aproximación panorámica a la historieta en nuestro país al
mismo tiempo que se lanzaban anzuelos hacia otras disciplinas y asuntos
relacionados, como últimamente viene sucediendo en los estudios teóricos. Creo
que los acercamientos de Gubern y Jiménez Varea fueron suficientes para
establecer una plataforma teórica, los recorridos historiográficos y
datográficos de Martín y Barrero colocaron el cómic español en su mapa de
situación, y los tratamientos sobre autores, géneros, corrientes y
transmediación del resto de participantes contribuyeron a completar esa visión
de conjunto que se pretendía en el congreso. Por supuesto se habló mucho, y se
debatió bastante (aunque siempre queda “todo” por decir, como habitualmente ocurre
en estas reuniones de intercambio cultural). El resultado fue enriquecedor, y
como asistente quisiera destacar sobre todo tres intervenciones:
Intervenciones de Paola Bellomi (presentada por Alice Favaro, que se sitúa a su izquierda) y, en la foto de inferior, Luz Souto, que fue presentada por Katiusca Darici (situada a su derecha en la foto).
Una, la de Paola Bellomi, acertada en su planteamiento
metodológico y en el tratamiento del tema, la transformación de la sátira
durante la transición hacia la democracia en España, exponiendo y analizando
los mensajes de alarma de los que reclamaban más libertad con sus dibujos
(Quino, Pompeia) y que nunca llegarían a verla conseguida. Dos, la de la
argentina afincada en Valencia Luz Souto, que trabajaba sobre los “niños
perdidos” del franquismo y se cernió sobre la obra de Carlos Giménez en
particular y sobre la memoria en viñetas en general con inteligencia y
perspicacia, extrayendo de los tebeos algunas conclusiones inéditas por usar
para ello el interesante concepto de la postmemoria
o “memoria diferida”. Y tres, la de Felice Gambin, un hispanista enamorado de
la poesía española, que sobrevoló la obra de Paco Roca demostrando un
conocimiento muy profundo de su trabajo y que hilvanó un discurso sobre la
memoria rescatada y el potencial del cómic para practicar ese rescate que nos
dejó encantados a los presentes.
Las jornadas fueron muy intensas, agotadoras, las comidas en
las piazzas aledañas fueron muy
agradables, los espresso nos ayudaron
a mantenernos vigilantes, y la notte
nos embrujó de tal modo que, por fuerza, a la larga todos volveremos al
laberinto.
Es decir, volveremos a estudiar tebeos y volveremos a Venecia, ambas cosas.
[En la imagen, un quiosco veneciano, donde se apretaban los populares productos de Bonelli con las típicas revistas infantiles y algunos libros traducidos.]